callo para escucharlo.
Cuando veo la noche,
admiro un brillo oculto entre tinieblas
que se muestra para no ser visto.
Cuando sopla el cálido viento
toco el aire suavemente
con la yema de mis lánguidos dedos.
Cuando la lluvia arrecia
palpo la dulce humedad del ambiente
con el sentir de tus labios
tan rosados y carnosos.
Cuando abril florece
sólo huelo el aroma
de tu grato recuerdo inolvidable
de un pasado de pronto presente.
José María Fernández Vega
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