domingo, 3 de julio de 2011

Donde el tiempo termina

Cómo decir que lo que el destino no escribió,
no hizo más que suceder,
que lo que tuvo que ser,
no terminó por consumarse,
en cambio, se extinguen nuestras mentes
como llamas que se ahogan en lágrimas,
llenas de ideas perdidas y esperanzas sin encontrar,
aun en el intento, aun en la marcha
para llegar a la lumbre del final,
a la sombra del principio, allí donde acaba el camino,
donde viven los sueños, donde campan
las historias que sueñan con ser reales,
y reales son porque viven furtivas y escapan a la razón que,
por más que trata de ser cuerda,
pende de un fino hilo de juicio,
y tiembla por su temor como un perro a la intemperie…

Como decir que el destino abrió una puerta equivocada
por donde entraron los miedos
que siempre alejamos y nos hacen caer
a un abismo oscuro y profundo,
donde la luz no tiene nombre ni brilla en la ausencia…

Se van los sueños al país del recuerdo intacto,
se pierden las distancias que
se salvan con la destreza de un felino
y se vuelven muros altos, infranqueables
como el océano a nado…

Como decir que la rosa marchita se deshoja,
que las estrellas se caen de la noche oscura,
que la luna cierra sus ventanas a cal y canto
y el sol se apaga hasta volver mi alma inhóspita…


José María Fernández Vega


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