martes, 5 de julio de 2011

Cuando el tiempo se detiene

La lluvia, incesante, bloqueaba la entrada a la ciudad. El agua se movía por una riada forzuda y caudalosa. Era gris, como el asfalto que ocultaba. No era muy largo el trayecto que tenía que realizar, hubiese sido más corto si su limitada vista en ese momento tan delicado lo hubiese dejado ver. Lo único que lograba observar agudizando la mirada como un cegato que se empeña en saber que hay a lo lejos, era una manta líquida que arrastraba, sin compasión, todo lo que encontraba a su paso. Para olvidar el contexto o liberar tensiones propias de situaciones embarazosas se escuchaba de fondo la radio del coche. Qué gran invento. Sentirse arropado por personas que, de forma desinteresada, hablan para el entretenimiento del oyente el día completo. Este hombre silenció hasta los pensamientos para no perder el hilo de la retransmisión, sabiendo que estando solo, hasta nuestra mente se escucha en el vacío más inerte. El parte del tiempo, según la voz sin rostro, no era nada halagüeño. Las lluvias no cesarían en casi una semana y en momentos puntuales se intensificarían. Recomendaban no utilizar vehículos para los desplazamientos.
-A buenas horas lo dices. –Contestó este hombre.
Por supuesto, no obtuvo respuesta, más bien una nueva noticia que nada tenía que ver con tanta agua caída del desconsuelo de nubes lloronas. –Un motín en la prisión. –Decía la radio. –Decenas de presos han tomado la cárcel durante este mediodía. Se ha saldado con la muerte de cinco, entre ellos el precursor de la revuelta y dos guardias. Al cabo de varias horas el control ha sido devuelto, gracias a la rápida y magnífica  intervención de las fuerzas del estado. Hay que dar la alerta a la fuga de un preso del ala psiquiátrica. Es muy peligroso y responde al nombre de Leonardo el “Corta cuellos”. Es moreno con pelo corto, de complexión fuerte, vestido con un pijama de rayas negras y blancas y va descalzo. Tiene en su poder un cuchillo de grandes dimensiones. El caos reinado durante la reyerta y un descuidado han permitido que se fugase. Se agradece a la población cualquier información acerca del paradero de este preso. Como precaución no abran la puerta a ningún desconocido, podría haber cambiado su ropa. Aunque demente, es muy inteligente. Aumenten todas las medidas de seguridad posibles a su rango más alto. Puntualizar una cosa, mata por placer. –Añadió. Este hombre, con rostro preocupado, pensó en las pobres personas que, por desgracia del destino, no tuvieran más remedio que enfrentarse a tan desdichado encuentro. –Un loco suelto. –Pensaba. Y no se le ocurrió otra cosa mejor que imaginar cómo sería tenerlo delante. Primero sin saber de quién se trataba y luego, uniendo cabos, sentir como el miedo te paraliza y se apodera de lo que normalmente somos dueños incondicionales, nuestra voluntad. A veces, los sueños y la imaginación son la premonición de sucesos que aun no han ocurrido y se manifiestan en nosotros por arte de dios o de magia, según lo creyentes que seamos. Dicen que cuando el año está de leches hasta los burros la dan. Por lo visto, la tremenda ovación de agua caída no fue suficiente para el momento y la puerta del vehículo se abrió. Un hombre empapado por el agua lo miró fijamente. En su mirada perdida por la locura vio el resplandor de la hoja de un cuchillo que envainaba en su mano derecha. Su ropa de rayas, delataba el temor hecho realidad. No tuvo tiempo de reaccionar. En menos de un suspiro agarró su cabeza con la mano libre apresándolo contra el asiento. Sin demora llevó el arma hasta su cuello dispuesto a sentenciar de un sesgo la ilusión por la vida y todo ápice de esperanza que pueda haber en una persona con ánimo de vivir. Este loco sesga vidas sintió en su poder el pánico de este pobre hombre y llevó a cabo su macabra intención. Como todo acto requiere un periodo para hacerlo efectivo y éste no fue menos. El desdichado tuvo, en lo que sucede en un segundo, tiempo para detener al mismo tiempo. Por su cabeza transcurrió una vida entera, paso a paso, con lo lenta que parece vivida en el presente, lo rápida que pasa cuando el final llama a tu puerta. Todo tiempo vivido sabe, realmente, a poco. Su cabeza fue un continuo vaivén de recuerdos hechos imágenes. Sus ojos fueron como platos al sentir ese último momento tan inesperado pero que a todos, por imposición natural, nos espera.
– ¡Oh Dios! ¡Cariño! Mi amor, mi sentir, gracias por ser la madre de mis hijos y darles la vida que necesitan, gracias por tu esfuerzo y dedicación, ellos sin ti no serían nadie. Agradeceré eternamente al que tuvo la genial idea de cruzar nuestros caminos en esta vida que, ahora veo insignificante y corta. No puede acabar ahora, necesito seguir viviendo, necesito decirles a Daniel y María, que son mi orgullo, mi motor de cada día. Por ellos me muevo hasta en la dureza más rabiosa. ¿Por qué no te he dicho todo lo que te amo cada día? ¿Hemos perdido el origen de nuestra unión?, ahora sé que no, en este triste momento, por desgracia, descubro que siento lo mismo por ti que el primer día que te vi. Te vi discutir con tu amiga, ¿recuerdas? de la que ya no sé ni el nombre, sí, era Cristina, y pasasteis delante de mí, sin percataros que estaba allí. Recuerdo nuestro primer beso y los nervios que nos envolvían, era normal, éramos puros adolescentes envueltos en hormonas. Recuerdo la picaresca de tu mirada y el cuchicheo de tus amigas al acercarme, tu sonrisa de diablesa y mirada felina. Volvería a enamorarme de ti un millón de veces y todas serían pocas. Volvería a verte por primera vez, una y otra vez y jamás me cansaría. Volvería a tener la primera y misma discusión tonta por dejarme esperando un largo rato en el portal de tu casa, una y otra vez, hasta reconciliarnos todas las veces que hiciesen falta ¿Recuerdas nuestras risas? Desde que te conocí las tardes de primavera tienen tu voz grabada cuando cae naranja el firmamento y es en ese mismo instante, cuando el aroma de la noche me decía que ya estabas aquí. Siento de todo corazón el no haber sido un marido perfecto, lo he hecho lo mejor que he podido. Tu altura ha sido la de una diosa para mí. Guárdame con celo como lo harías con nuestros hijos, yo te esperaré allí, donde esté, observando a las tres criaturas más maravillosas de este planeta. No tengas prisa en venir y disfruta de los niños, sé fuerte y piensa que ellos te necesitan y yo, pero ya no podré estar. El destino no ha sido piadoso conmigo y en un mal sorteo, demoníaco quizás, salió mi nombre en la primera remesa de infortunados. Ojala puedas, al menos sentir mis palabras de desahogo y lleguen hasta ti mi querida María. Deja que los niños vivan y hagan lo que les plazca y…
La sangre cabalgaba por su torso enrojeciendo todo color a su paso, la respiración perdió su agitación y se fue apagando poco a poco, los brazos perdieron tensión y cayeron a plomo y las pestañas por última vez se cerraron en un sueño imperecedero.


José María Fernández Vega


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