domingo, 17 de abril de 2011

Un último adiós

En un último adiós,
no tendría palabras que decir,
no interrumpiría al silencio que, de sabio que es,
siempre dice lo justo y oportuno con letras
que nunca pude escuchar,
dejaría mi boca vacía, muda,
para que mis ojos narraran lo que mi alma clama,
volvería atrás en el tiempo una y otra vez,
para no vivir un último instante,
para hacer eterno lo que nació
terrenal y mortal, efímero y perecedero,
pararía el miedo para decirle que,
aun no llegó su momento,
me sumergiría en las calles para no resurgir jamás,
negaría al recuerdo, porque recordarte
es más que una pesadilla,
es una idea necia, es una vida sin respirar,
es una agonía irónica, es una broma mala, pesada y espesa,
detendría al sol en la tarde,
en su media naranja cortada por el filo marítimo,
que derrama su sangre en la plana inmensidad,
pintaría el océano de plata en noches de ausencia lunar,
taparía mis oídos y así no escuchar una última palabra,
me mordería la lengua para no despedirme en un último anhelo,
cerraría mis ojos con planchas de acero para no ver
lo que nunca quise vivir, en su lugar,
pediría al ciego que mirase, al mudo que hablase
y al cojo que caminase, al enfermo que sanase
y al adiós que se esfumase…
No sé decir adiós…


José María Fernández Vega


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