Si no hay luz que guie el camino,
ni trazo que marque la senda victoriosa,
puede que me halle perdido
y no vea más allá del límite de mis párpados,
aunque quizás, sin el rumbo marcado,
encuentre el puerto donde atracar y
arriar las velas de este barco errante de sentimientos,
vacio de paredes donde el eco late
como un corazón sin pálpito,
o puede que la luz sea un fuego extinguido,
carbón vuelto cenizas de llamas
que un día fueron fogatas y hogueras,
fuegos y lumbres que dieron calor y cobijo
a desconocidos sin nombres que derramaron
rojo fervor como la sangre brotante,
como el crepúsculo en su cumbre…
José María Fernández Vega
ni trazo que marque la senda victoriosa,
puede que me halle perdido
y no vea más allá del límite de mis párpados,
aunque quizás, sin el rumbo marcado,
encuentre el puerto donde atracar y
arriar las velas de este barco errante de sentimientos,
vacio de paredes donde el eco late
como un corazón sin pálpito,
o puede que la luz sea un fuego extinguido,
carbón vuelto cenizas de llamas
que un día fueron fogatas y hogueras,
fuegos y lumbres que dieron calor y cobijo
a desconocidos sin nombres que derramaron
rojo fervor como la sangre brotante,
como el crepúsculo en su cumbre…
José María Fernández Vega
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