sábado, 14 de mayo de 2011

La voz imperturbable

En un mundo vacío en el que las voces no suenan y las palabras son mudas, el sin sentido no tiene remedio. Los signos de la Humanidad, el canto del pueblo, las armas del pobre son las letras que emanan de gargantas, las que nos dicen y cuentan y narran historias y cuentos pasados y reales o ficticios o demasiado creíbles. Son distinguidas como la naturaleza y llanas como la pobredumbre. Chorrean en corrillos como corren chiquillos en un patio de vecinos. Es el refugio en el exilio púrpura de la tarde y la pena más lastimosa del recuerdo. Pero para bien o para mal nos acompañan y nos siguen como el sol a la luna o la luna al sol, según se mire, en su interminable persecución cósmica alrededor de la tierra para fundir la luz o alumbrar la lúgubre penumbra. Esa voz imperturbable que habla a nuestra señal y por nosotros cuando no queremos mencionarnos, se vuelve nuestra aliada o nos delata como traidores, pero es su fin, debemos y tenemos que vivir con ella, porque con ella comienza todo lo que anhelamos y aspiramos, ¿verdad palabra…? Por eso yo te pido que nunca calles porque sin ti ni el mundo sería un mudo sin mímica…


José María Fernández Vega


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