Como hojas secas en el otoño caen,
lívidas y apagadas, marchitas y demacradas,
los rumores de nuestros rojos y apasionados corazones,
son derrotados por temores que prometimos
vencer con las más sólidas razones
y abandonar en el primer y solitario resquicio,
dejándolos a su suerte porque en nuestro gozo,
no tenían cabida ni rincón de júbilo y alborozo…
Lloramos desconsolados a la alegría,
reímos vivarachos a la tristeza,
hundimos las semillas de la dificultad,
en un fértil jardín prometido
de sueños y esperanzas
coloreado por una eterna primavera,
esa que un día nos vio nacer,
y nos obligó a crecer,
esa donde la luz campa de noche
y las estrellas duermen rendidas en el día,
fervientes de acompañarnos con su luminiscencia,
en segundos que luchan con la más rauda resistencia…
No sé si decimos adiós,
o si hablamos con Dios,
no sé si el firmamento en su ocre más pálido,
nos despide o nos da la bienvenida
en su cúpula de naranja más hermosa,
techo de nuestra cuna que nos arropa
y silencia nuestros tímidos terrores,
dignas son estás letras de hablar con inocencia
de lo que tuvo que ser solidaria y permanencia…
José María Fernández Vega
lívidas y apagadas, marchitas y demacradas,
los rumores de nuestros rojos y apasionados corazones,
son derrotados por temores que prometimos
vencer con las más sólidas razones
y abandonar en el primer y solitario resquicio,
dejándolos a su suerte porque en nuestro gozo,
no tenían cabida ni rincón de júbilo y alborozo…
Lloramos desconsolados a la alegría,
reímos vivarachos a la tristeza,
hundimos las semillas de la dificultad,
en un fértil jardín prometido
de sueños y esperanzas
coloreado por una eterna primavera,
esa que un día nos vio nacer,
y nos obligó a crecer,
esa donde la luz campa de noche
y las estrellas duermen rendidas en el día,
fervientes de acompañarnos con su luminiscencia,
en segundos que luchan con la más rauda resistencia…
No sé si decimos adiós,
o si hablamos con Dios,
no sé si el firmamento en su ocre más pálido,
nos despide o nos da la bienvenida
en su cúpula de naranja más hermosa,
techo de nuestra cuna que nos arropa
y silencia nuestros tímidos terrores,
dignas son estás letras de hablar con inocencia
de lo que tuvo que ser solidaria y permanencia…
José María Fernández Vega
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