domingo, 13 de febrero de 2011

Confieso

Durante la tenue vigilia, en aquellas horas donde la luz era proyectada por nuestro fuego desbordado, como lo hace un candil que luce en la más absoluta oscuridad… En esos letargos donde el susurro regresa con la fina voz que de tu garganta emanaba y llega sin compasión al recuerdo intacto que dejó tu pasión… Vuelves… Traes contigo el brillo de plata que robaste de mis ojos que observaban detenidos en tu desnudez que, hacía de lo sombrío el más grato y cálido de los paraísos terrenales… Rosados y carnosos fueron tus besos que cubrieron sin pudor la piel de quien fue tu más fiel espectador… Retozamos en mares de sábanas maquilladas de seda y de luna… Traducimos el lenguaje corporal en insinuación que escribimos al aire para que lo guardase bajo un secreto inconfesable… Confieso que recorrí palmo a palmo tu tersa carne de diosa andina, poro a poro tu dulzura de mujer que ofreciste como yo ofrecí mi entrega total y desmedida para sentir nuestro encuentro como doradas llamas bailando un cortejo de efusión, para sentir el gozo de placer que intercambiamos hasta la cuna del alba… Sucumbimos al embrujo, bailamos entrelazados, tendí mi deseo sobre tu deseo… y tú deseosa de él no me dejaste escapar para retener mi fervor, mi arrebato, mi hervor, mi intensidad… Nuestra respiración envuelta en agitación, hablaba por nosotros que, sumidos en la más profunda exaltación, saqueaba nuestras palabras para transformarlas en flagrantes clamores de júbilo y excitación… Confieso que durante esas interminables  noches desperté en tus sueños y comprendí que soñar es tener y tenerte es más un sueño…


José María Fernández Vega


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